En mi vida he tenido la suerte de poder disfrutar cada fin de semana de partidos de mis hijos. A pesar de los desplazamientos matinales, en muchos casos mortales, siempre es un placer. Mmm … bueno no siempre!. Empecé con partidos de báloncesto femenino. Fríos pabellones, silencios rotos por tímidos aplausos. En definitiva, mañanas tranquilas y apacibles. Más tarde, ya saben las edades mandan, pasé a partidos de fútbol de niños. Otra historia.
Digo otra historia, porque es otra historia. El silencio del baloncesto pasa a la locura del fútbol. Allí un buen número de padres deberían pensar que los sábados son su día de asueto, y no los días en los que vomitar toda su mierda de la semana.Porque la verdad, como dice el dicho, “de aquellos barros estos lodos”. No hay partido donde no silben los insultos de un lado para otro del campo. Y hablamos de partidos de niños menores de 10 años. ¡No es la Champions League!
Cuando uno anida en un escenario de violencia, verbal o física, es fácil que la repita. Claro que hay que ser rotundo y duro con los grupos ultras. Única cosa, por cierto, que creo positiva del personaje Joan Laporta. Hay que expulsarlos de cualquier campo de fútbol inmediatamente. Y si alguien en particular hace algún acto delictivo, llevarlo a la justicia de forma inmediata sin dilación. Todo esto tan básico debe ser una prioridad de la Liga y los clubes. Con rotundidad. Sin peros. Un equipo que los permita, desde ahora, debe ser descalificado de la Liga ipso facto.
Pero ese gesto debe ser reforzado en los niveles inferiores. No es admisible que en partidos de fútbol con menores de edad, ya no digo de niños de 8-10 años, los insultos y las faltas de respeto violen el terreno como cualquier campo de batalla. La violencia verbal es el principio de la violencia física. Y es complicado dar una solución ágil. Pero quizás algún paso hay que dar. Por ejemplo, ya sería hora que clubes que manejan niños hicieran unas propias normas rígidas en las gradas. Cualquier insulto o violencia verbal debe acabar con esa persona en la calle o detenido por la policía. Ya veríamos la vergüenza, o sinvergüenza, de algunos cuando son expulsados delante de sus hijos por la policía.
Es inadmisible que algo como el deporte se convierta en el vertedero de animales violentos donde depositan su diarrea semanal como cualquier retrete público. Desde hace años los lavabos se limpian en casa, en los bajos en las cañerías. Los insultos y las bajezas también deben ser así tratados. Esta semana no sólo debe hacer reflexionar a los grandes clubes de la Liga sino a todos los estamentos habilitados en la formación del fútbol. Desde el grande al pequeño. Claro que hay que expulsar a los nazis ultras de los estadios, pero no duden de que también más de un padre, en forma de animal salvaje, debería desaparecer cada sábado o domingo de los campos menos profesionales.