Estamos en medio de la mayor crisis en los países árabes desde mediados del siglo pasado. Es un hecho que no tiene parangón con otros hechos históricos en la zona, siempre más delimitados a un único país, caso de Irán en el 1979. Quizás por cambio global podríamos asociarlo sólo a la caída de la los países de Pacto de Varsovia, allá por el 1989.
Mucho se esta hablando del detonante de la revuelta, iniciada en Túnez, y traspasada a Egipto cuál efecto domino. Se habla de la redes sociales como causa, pero esta claro que no dejan de ser un simple catalizador que ha aumentado la velocidad en su propagación. Las revoluciones, las guerras y las crisis tienen los mismos patrones desde la época romana. Lo único que ha cambiado es como se manifiestan al «público». Así con los años, los siglos se han ido acortando los timings en su información, pero el fin, cambiar un sistema sigue siendo el mismo.
Retrocediendo a los griegos o romanos, la información de una crisis se expandía a golpe corredor (ejemplo en Maratón), más tarde a golpe de caballo, barco, telégrafo, radio, televisión o twitter en la actualidad. Hemos pasado de recibir información en semanas, días a hacerlo en segundos. Pero no nos engañemos la información se trasmite más rápida, lo que obliga a tomar decisiones y respuestas más ágiles, pero los hechos siguen siendo los mismos. Una revolución sólo quiere cambiar un sistema.
Analizar el mensajero no es lo importante en este caso, tampoco analizar el fin del mismo. Parece obvio que es cambiar un sistema, por mucho que el equipo de Mubarak se enquilose en pensar que pueden hacer una transición, esa no es la solución de los que se manifiestan. Los motivos, y aquí quizás, hay un salto importante con otras revoluciones es que han entrado en danza motivos intangibles. No esta detras la religión, como pudo ser en Iran del 79, o la Libertad como pudo ser en la francesa; sino algo más dificil de valorar como son las expectativas de la gente. Queramos o no la Libertad o la Religión podríamos decir que son bienes tangibles, pero las ¿expectativas?.
Esto es la clave, crear una revolución basada en las expectativas, es decir en un puro y duro intangible, la hace más difícil de valorar. No tenemos referentes, no tenemos líderes, ni estructuras organizadas. Es una revolución que no tiene un objetivo marcado, lo que implica que no tiene una solución rápida. Ni Mubarak, ni Soleiman, ni Baradei parecen en condiciones de asumirla. Son demasiado tangibles para dar una respuesta que movilice a la gente de la plaza Tahrir.
No hace falta decir que conflictividad generará más conflictividad, y que la violencia puede adueñarse de la situación si esta se alarga. Entonces si que aparecerán elementos tangibles, los militares, los hermanos musulmanes (fuera de la situación a día de hoy, y arrinconados en una esquina de la plaza), las «fuerzas» occidentales. Un fin normal a cualquier revolución de la humanidad. Debemos pensar que el tiempo juega en contra de la primera revolución de los intangibles. Sólo una apuesta al cambio, sin miedos, puede ayudar a convertir este intangible en algo real. Todo lo que no sea apoyar ese cambio llevará al fracaso.
Y creo que nadie duda que Egipto es el principio del Domino. Libia, Siria, Yemen, Argelia, Marruecos, Sudan, Mauritania, Jordania, países del continente asiático, y quizás algún «reino» árabe están, no por ese orden, en el camino. La revolución de los intangibles o de las expectativas no se para con acciones simplemente tangibles. La respuesta esta mas cerca de las personas que de los hechos.