Las fichas de dominó puestas en fila suponen todo un peligro. La caída de una de ellas hace caer a otra, que tumba a otra, y así sucesivamente. Bien alineadas pueden caer en un efecto perverso con un mínimo empujón. Y en un mundo global, algunos partidos, algunos personajes, se sitúan en una fila con demasiados puntos en común.
Así de caer Nicolás Maduro es fácil que salgan a la luz muchos papeles y documentación referida a la financiación de Podemos. La presencia de sus principales líderes, como Pablo Iglesias, como asesores en Venezuela, junto a los supuestos movimientos económicos para aupar el partido en España, podrían confirmarse con facilidad. La caída de Podemos —por cierto: ya en proceso de desmembración—, llevarían al Gobierno de Pedro Sánchez a quedarse sin apoyos.
Sin los apoyos necesarios caería el Gobierno de Sánchez. Y con esa caída el apoyo del independentismo más central, más pactista —me refiero a ERC—, no sería necesario.
La estrategia de Junqueras y los suyos desaparecería por no necesaria. Y el partido radical catalán debería virar con fuerza hacia posturas más intransigentes. No en vano una convocatoria electoral en España podría aupar al triunvirato PP, C’s y Vox en una repetición del modelo andaluz. La fiscalía, por su parte, viraría hacia todo menos al perdón de Oriol Junqueras y compañía.
Al final será cierto el sueño onírico del independentismo. Estados Unidos, con su presidente Donald Trump al frente, habrá influido en la política catalana en forma de efecto dominó. La caída de Maduro será entonces no sólo una limpieza democrática en Venezuela sino el inicio de importantes cambios en la higiene política europea y española. Quizás, y sólo quizás, los catalanes volveremos a vivir situaciones tremendamente radicales en los próximos meses… ¿Quién podría intuir que algo así pudiera suceder debido a un simple efecto dominó?