Tras el clásico en la Supercopa FC Barcelona-Real Madrid, el primer teniente de alcalde de Barcelona, Joaquim Forn, ha propuesto que la Federación o los clubes de fútbol paguen el coste de prolongar el servicio de metro tras los partidos o adelanten los encuentros, porque para el ayuntamiento catalán es inasumible garantizar el transporte a esa hora.
Según parece después del partido miles de aficionados -la mayoría turistas- tuvieron dificultades para regresar a casa o a sus hoteles por la falta de transporte público, que finalizó a las 00:15 horas. El metro se cerró a medianoche, como el resto de días laborables, ya que sólo se mantiene abierto toda la noche entre el sábado y el domingo y el viernes hasta las dos de la madrugada.
Pongamos una premisa básica. Cualquier acontecimiento multitudinario que mueva cerca de 100 000 personas debe coordinarse con las autoridades locales, tanto en los aspectos de seguridad -como si sucede- como en los de movilidad. Es inadmisible que la imagen de una ciudad – en este caso Barcelona-, y porque no, del club quede ensuciada por esta falta de planificación.
Hemos recordado en muchas ocasiones que el FC Barcelona es uno de los iconos de la ciudad. Repercute en la economía local con importantes ingresos. No sólo los días de partido, sino en su propia dinámica, y en la generación de la marca Barcelona. Esto no es óbice, pero, para que como institución privada que es tenga unos beneficios especiales que otras no tendrían.
El cambio de los horarios de los partidos impuestos por las televisiones va más allá de una simple afección a la logística de los jugadores. Los clubs y las ciudades deben esforzarse en adaptar esos horarios, impuestos por quién paga, para no perjudicar el evento. Si la televisión de turno decide jugar a las dos de la mañana, alguien debe preocuparse de que la ciudad pueda ofrecer los servicios al máximo.
La duda que podría existir y que plantea el teniente alcalde Forn es quien paga esas adaptaciones. Por un lado tenemos una institución privada que genera ingresos, y por otro una ciudad que se beneficia de esos ingresos. La formula no parece clara, pero en todo caso debe venir del consenso entre las dos partes, ya que parece obvio que la televisión seguirá imponiendo sus horarios.
Como decíamos es inadmisible que la situación del jueves vuelva a repetirse, no tan sólo en los partidos del FC Barcelona, sino también en otros acontecimientos deportivos y culturales con movimientos multitudinarios. La ciudad es ante todo movilidad, y es obligación de sus gestores ponerla en marcha. Luego ya es cuestión de exigir quien lo paga. Y si no hay acuerdos, el ayuntamiento tiene mecanismos para que el FC Barcelona como cualquier otra institución privada pague los gastos que genera. Todo para que nunca más vuelva el caos.